martes, 15 de diciembre de 2009

DIOSAS FREAKS No 1

EL CASO EDITH MASSEY

Las divas freaks son las versiones opuestas a Marilyn Monroe, Joan Crawford, Greta Garbo, Louise Brooks y Sofía Loren: deben tener una deformidad, una perversión o un papel insustancial. La gracia de esta anciana gorda es opuesta a la falta de gracia de esas "bonitas" que aparecen en comedias de medio pelo: creen que porque tienen una limada y deliciosa sonrisa perfecta los espectadores nos deberíamos reír de sus cuchufletas e idioteces.
Nuestra primera diosa de diosas, la gran omnipotente y olímpica. La fuente principal del talento del director John Waters: porque son flojas y aburridas las películas en que está ausente esta magnífica mujer, si exceptuamos el caso "Mondo Trasho" (que se salva por una escena final muy interesante).



Edith Massey, nuestra gran diosa, es la poseedora de una maravillosa sonrisa desdentada. No por la escasez de dientes ni por su deformación, el espectador dejará de echarse una que otra carcajada cuando tiene el privilegio de verla en alguna de las películas. Por un trabajo dental ella padecía un problema del habla. Pero lo mejor de todo es su labor como actriz: ella es la metafísica cara de la fealdad y el cine basura de John Waters. Si ésta mujer no se hubiera atravesado en la vida del director, tal vez sus películas tendrían que sobrevivir con el pobre histrionismo y la gritería pelmaza de Divine, o con la rebeldía posuda de sus últimas películas. Sin Edith Massey quizá John Waters no habría pasado a la historia como un abanderado del Bad Taste sino como un director friki que tuvo el privilegio de dirigir a un travesti gordo comiendo mierda de perro.
La gorda monumental nació el 28 de mayo de 1918 en San Francisco (California). Los primeros años de su vida fueron duros: vivió en un orfanato en Denver hasta los quince años, de donde posteriormente fue reclutada para que cumpliera funciones de criada. Cuando se cansó de esa vida, escapó y fue capturada por la policía. Su destino fue un reformatorio.


Se casó en Reno (Nevada) en 1946 con un soldado. Ella dice que fue el día más feliz de su vida a pesar de que después de la ceremonia fue sola a cine y al casino. En 1951 se separó. Trabajó en oscuros empleos hasta que se mudó a Baltimore, en donde trabajó como mesera de un bar en el Pete's Hotel. Allí conoció a John Waters: el director quedó impresionado con su carisma y le ofreció un papel -el de Virgen María- en la película "Multiple Maniacs" (1970). Por la época renunció a su empleo y creó una tienda de segunda llamada "Edith's Shopping Bag".
Su segundo papel fue en "Pink Flamingos" (1972). Interpretó a mamá Edie, la mujer huevo: imagínense una mujer de 53 años, con sobrepeso, en paños menores, mostrando sus voluminosas carnes y derramando yema de huevo en sus senos. Dormía en una cuna sin limpiarse parte de las cáscaras y claras de huevo que se comía y le colgaban de la boca. El día de su matrimonio con el vendedor de huevos es llevada con gran ceremonia en una carreta como si fuera un bulto de papa. Definitivamente ese personaje salva a la aburrida película más famosa de John Waters. Desde esa época fue conocida como The Egg Lady y empezó a cazar miles de fanáticos que la seguirían en su carrera musical con el grupo de punk Edie and the Eggs (la canción "Big girls don't cry" puede encontrarse en el compilado "The World's Worst Records Vol. 1" de Rhino Records).
En 1974 interpretó a Ida Nelson en la película "Female Trouble". Una mujer que odia a su vecina y empecinada que su sobrino se vuelva homosexual. Lo más impresionante es un topless de ella mirándose al espejo y acariciándose los senos (quizá el semidesnudo más antiestético y gracioso de la historia del cine). También tiene gracia el vestido de cuero de dominatrix en que forran esas abultadas carnes y el maquillaje chillón con que embadurnan su cara.
Tres años después fue la Reina Carlotta de Mortville en la película "Desperate Living" (1977), su mejor papel y quizás la obra maestra del John Waters. El non plus ultra del mal gusto. Para algunos será una película asquerosa, para otros una obra maestra hilarante. Aquí Edith Massey es una reina tiránica que domina un territorio de lesbianas, asesinos, deformes, depravados, etc. Quizá lo más absurdo de todo son dos escenas: la primera es un desfile de la reina por el pueblo, burlándose de los súbditos y gritándoles "Hola imbéciles, hola feos"; la segunda es una escena de sexo "repulsivo" y epiléptico entre la reina y uno de sus sirvientes con una curiosa pinta a lo Village People: cuando el hombre empieza a besar a Carlotta, ella le grita con furia que se ocupe solamente de darle placer entre las piernas (muchos piensan que esta ira sexual es sólo privilegio de las mujeres bonitas). La escena erótica muere tras los alaridos furibundos de la reina, es imposible no reírse. En esta extraordinaria película, Edith compite en mal gusto y pésima actuación con Jean Hill, una negra con sobrepeso que interpreta a Grizelda Brown, una empleada de servicio alcohólica y asesina que ha logrado -para la historia del cine- ser participe de la escena de sexo de lesbianas más espantosa del universo (es la versión mujer-mujer de una hipotética escena gay del Chómpiras y el Botija en el clásico programa de Chespirito). Pero la Massey la supera con creces, ella es excesivamente simpática.
































































Por último, haremos un sumario de su vida posterior a John Waters: interpretó papeles en películas del mismo John Waters y otros directores pero no con la misma gracia de las primeras películas; creó una línea especial de dientes falsos con el modelo de los suyos; se hizo millonaria y trasladó su tienda a Venice, California (que aún subsiste); apareció en un video de John Mellencamp en los años ochenta; y, en Octubre de 1984, murió de cáncer y complicaciones de diabetes. Fue enterrada en el Westwood Village Memorial Park Cementery de Los Ángeles.
Edith Massey fue una mujer fea. De una fealdad de la que podrían burlarse. Pero ese espanto de mujer era enormemente estético: esa es la contradicción. Mientras que vemos a esos flamencos de mujeres elegantes que tratan de parecer bromistas para seguir siendo coquetas, Edie era la encarnación del carisma. Una mujer tremendamente divertida y hermosa. Una definitiva diosa freak, el puñal que destroza la espalda del concepto tradicional de belleza femenina. Hail Edith!
Les dejo unas preciosas postales para toda ocasión: